lunes, 13 de agosto de 2012

Grieta


Notar como el pecho arde, el corazón resquebrajándose poco a poco, sintiendo como si un alambre de espino lleno de púas oxidadas abrazaran este con fuerza, nunca queriendo dejarlo ir, hiriéndome lentamente, haciéndolo sangrar. Notar un nudo en la garganta impidiendo tragar ni una gota de saliva, miles de cristales clavados en mi cuello que se van introduciendo más y más con cada respiración. Sensación insoportable, inaguantable, insufrible... Cayendo al suelo arrodillada, llevando mis frías y sudorosas manos a la cabeza, arrancando el pelo y aún sin poder gritar, lágrimas brotando de mis ojos sin cesar, éstos, más rojos que la propia sangre, quemando como nunca.

En un último esfuerzo clavo las uñas en mi garganta por fin dejando escapar un sonoro alarido, rompiendo los cristales y pareciendo tragar estos, rajando mi esófago y colándose por éste hasta llega a mi torrente sanguíneo, directo a mi corazón, que se para de inmediato. Ya no hay dolor, el suelo se funde con mi cuerpo inerte, agotado y completamente destrozado, pero por fin, sintiéndome libre.