jueves, 12 de enero de 2017

Queridos Demonios

Queridos Demonios:

Nacisteis de una galaxia.
Nacisteis de la boca de mi estómago.
Nacisteis conmigo,
pero ambos éramos demasiado pequeños como para darnos cuenta de todo vuestro poder.

Si intentabais morderme desde dentro,
mamá y papá estaban allí para retenerlos,
para asegurarme de que todo estaba bien.
Para vendar mis heridas.

Crecí.

Y vosotros crecisteis tanto que un día quisisteis salir de mi interior.
Ya no entrabais en mi estómago.
Y dolió, dolió como duele un parto.
Y el alma me sangró.
Y lloré ríos de lava y tierra árida.

Os parí y os amamanté porque erais míos.
Porque sois míos.
Y creía que erais buenos solo porque erais míos.
Porque siempre acepté vuestros mordiscos y arañazos y siseos de fiereza.
Porque sin vosotros me sentía desprotegida.

Crecí.

Y vosotros también,
pero ya no queríais leche,
mis pechos se os quedaron pequeños
y empezasteis a roerme la carne.

Los huesos, se me veían los huesos.
El alma, se me veía el alma.
Y se hacía añicos como el cristal
cada vez que la rozabais con vuestras escamas.

Y no aguanté más.

Saqué una espada.
El filo forjado en el corazón,
la empuñadura en la cabeza.

Y corté cuellos, algunos cuellos.
Maté a varios hermanos vuestros,
maté a varios de mis hijos.

A los débiles,

porque yo también era débil y solo podía con ellos,
porque el filo de mi espada no cortaba demasiado,
porque mi brazo no era fuerte,
porque en el fondo me daba pena matarlos, matar a mis hijos.

Ahora lucho contra los fuertes,
contra los de ojos amarillos
y lengua envenenada
y escamas de pinchos.

Y sangro, sangro, sangro hasta manchar el vestido.

Mi vestido azul ahora es una amapola.

Pero da igual, si hace falta,
construiré una armadura
con los dientes de mis hijos muertos,
de vuestros hermanos muertos.

Y sentiréis miedo al ver mi armadura y sabréis que podré con vosotros,

quizás no hoy,
quizás no mañana,
quizás me mordáis tanto
que en ocasiones chille
y me quede inmóvil en el suelo casi sin poder respirar
pero, sabed, que sin rendirme también.

Y sabed, como yo sé,
que esta lucha será encarnizada
y que quizás dure toda una vida
pero sé, que cuando muera, lo último que vea,

no seréis vosotros.