martes, 20 de marzo de 2018

Clima

Si el tiempo me hubiera dejado amarte

—amarnos—...

Qué alma tan egoísta la mía, siempre queriendo

—y tú siempre querido—

controlar el clima.

Pablo

Qué triste es buscarse en un libro y no encontrarse.

Más triste es aún encontrar al viejo amor de tu amor entre sus páginas, y saber que aún su corazón late por esa persona.

Tiemblo al leer nombres femeninos. La sonrisa se me nubla al no encontrar el mío.

Qué pena que no hayas sido tú el que me regalara el libro, como hiciste la última vez.
El llanto se me dispara al saber que aquella vez fuera, probablemente, la última.

Halcón

A veces se me olvida que ya no estás conmigo.

Sobretodo cuando a la mente me vienen las ganas de ir al bosque, de ir a buscar setas, de ir a escuchar aullar a los lobos...

A veces se me olvida que ahora formas parte del viento que acaricia las hojas de los árboles.

Ojalá ahora seas un halcón, como siempre quisiste.
Cuando era pequeña y vivía en mi anterior casa, me encantaba ir a la cocina a por un vaso de agua.

Sobretodo los días nublados y en los que hacía mucho frío...
¿Por qué?

Porque podía oír aullar a los lobos.

Cuando escuchaba aquella mágica melodía me quedaba embobada mirando por el enorme ventanal que daba a la terraza y me quedaba muy callada, muy atenta...

_ ¡Mamá, he oído a los lobos!
_ No son lobos, es el ruido que hace el viento cuando choca contra los edificios.

Odiaba esa frase.

Recuerdo que fruncía mis pequeñas cejas y en mi interior negaba.
¿Cómo iba a hacer ese sonido el aíre chocando contra algo tan inerte como podía ser mi bloque de edificios?
No, imposible.

Esto tenía que ser magia.

Estos tenían que ser lobos. O los espíritus de los lobos.
Si sus aullidos se escuchaban tan fuertes sin estar el bosque demasiado cerca, tenían que ser los espíritus de los lobos que ahora vagaban libremente por la tierra, el mar y el cielo.

Cuando fui un poco mayor para entender que mi madre llevaba razón, sentí morir dentro de mí un pedacito de mi corazón. Y es que, ¿a caso no era más hermoso pensar que los lobos me venían a aullar, incluso aunque me asustaran un poco?

Luché por un tiempo, cual Peter Pan, contra la idea de que la magia no pudiera existir, pero mi raciocinio ganó y dejé las fantasías para los libros y las películas.
Dejé la fantasía para los sueños.
Me convertí en escritora.

Hasta hace poco me conformaba con eso.

Hace un par de semanas caminaba hacia mi facultad mientras miraba al cielo.
Cuando estoy estresada siempre miro al cielo y noto como mi alma se calma al instante, aunque solo sea un poco. Miro la inmensidad azul y sé que no todo en este mundo es gris.

Al ser otoño, me fijé en que las hojas de unos de los muchos árboles se empezaban a caer a tremendas velocidades y no pude evitar pensar:

"A mí en otoño también se me cae el pelo más que de costumbre"

Y me sentí conectada con ese árbol, con la tierra,
mi corazón se agitó por momentos y fui inmensamente feliz.

Aquello no podía ser casualidad, como tampoco puede serlo el hecho de que sangre cada mes y que la Luna me acompañe y cambie junto a mi ciclo.

Tampoco puede ser casualidad que me emocione y llore sin saber muy bien porqué cuando escucho canciones con acordes que evocan al pasado, o simplemente que recuerdan al verde y la humedad de la tierra, o al agua, o al fuego...

Nadie va a estar tan loco como para leer esta parrafada. Es más, cuando lleguen a la tercera o cuarta línea seguramente pensarán que la loca soy yo.

Pero yo sé, en el fondo de mi corazón sé que la magia existe, sí, afortunadamente, existe. Y yo voy a disfrutar de ella.