Mis propósitos en un principio eran los mismos de todas las personas.
Cosas banales, muy corrientes y que no merecen mención alguna.
Sin embargo, el día 31 de Diciembre, comprendí que debía pedir algo especial para mí: Vivir la realidad y disfrutarla.
Estaba totalmente dispuesta a ello, decidida, nada me iba a parar.
Nada, excepto los susurros de la noche.
Los cánticos de las sirenas que nadan en lágrimas de melancolía y que me tientan a hundirme en su mar particular.
Fui a dormir y soñé cosas maravillosas y dolorosas al mismo tiempo.
Soñé con un mundo de fantasía que adoro.
Soñé con alguien al que quiero con toda mi alma y al cual la muerte me arrebató.
Soñé con un amor imposible...
Y fui feliz.
Tan feliz que deseé vivir en aquel sueño por siempre.
Hoy es día 2.
Qué poco duran los propósitos de año, ¿no?
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