El otoño es perverso,
cruel
un depravado
y no tiene compasión.
Utiliza sus etéreos y delicados dedos de viento para desvestir poco a poco a los inocentes y virginales árboles que, poco a poco, notan como van perdiendo cada una de sus hojas,
su única y más sencilla vestimenta
y no pueden hacer nada para impedirlo.
Luego, una vez desnudos, el otoño los contempla con gran placer y deleite.
Sin vergüenza,
cual artista que admira su más brillante obra de arte.
El otoño es perverso,
cruel
un depravado
y no tiene compasión.
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