viernes, 4 de octubre de 2013

El café de las tres y media

La Cafetería de la calle que hace esquina con la estatua del Marqués:

Los papeles desgastados y casi por completo rasgados de color rosa sucio cubrían las lisas paredes y los suelos de madera vieja hacían de aquel lugar un sitio que pareciera estar perdido en el tiempo.

Carteles y anuncios de CocaCola protagonizados por Marilyn Monroe, cuadros con margaritas casi deshojadas colocadas sobre un jarrón de cristal limpio, y los expositores con viejas máquinas de escribir hacían de aquel lugar un sitio peculiar.

Sus pocas ventanas hechas de preciosos vidrios coloreados de rojo, azul y verde. Cuando los rayos del Sol atravesaban éstos, parecía formarse un verdadero arcoiris en el interior, lo que convertía aquel lugar en un sitio mágico.

Una pequeña pizarra se asentaba sobre la barra:

                                                          Café solo: 1'20€
                                                          Café con leche: 1'20€

Y nada más.
Eso era lo único que les bastaba a Ellos para disfrutar: Un sitio perdido, un sitio peculiar, un sitio mágico y un café.
Él, solo.
Ella, con leche.

Pero esta vez, Él lo pidió con leche también.

Él y Ella, como siempre, sentados en la mesa más apartada y, bajo la tenue luz ámbar de una lámpara de tela anaranjada, charlaban en voz baja, casi susurrando y sin querer llamar la atención, como si hubieran cometido algún tipo de crimen.

Ella aquel día no dijo nada, simplemente le miraba a Él, pero no como siempre. Más bien miraba hacia una zona concreta de Él: su dedo anular izquierdo.

Él hablaba y hablaba como hacía siempre, sin prestar demasiada atención a lo que sucedía a su alrededor, distraído... Hasta que se dio cuenta. Sus ojos notaron la fijación que tenía la mirada de Ella sobre su mano y rápidamente calló. Bajó la mano izquierda lentamente hasta ocultarla por completo bajo la mesa, sobre su propio muslo.


Silencio.
El tic-tac de las manecillas de un reloj de cuco sin cuco.
Una lágrima contenida.
Y de repente...
Una pequeña sonrisa dibujada sobre los labios de Ella.


Ella habló por primera vez aquel día y Él, continuó con su charla.

Un adiós y un beso.

Al día siguiente, el papel rosado había caído por completo, las margaritas de los cuadros estaban totalmente deshojadas y los expositores ahora se encontraban  resquebrajados.
No quedaba rastro de tiza en la pizarra.

En la puerta un cartel:
                       Cerrado



No hay comentarios:

Publicar un comentario