sábado, 8 de febrero de 2014

Tragaluz

En mi dormitorio, mi santuario, destaqué hoy varios objetos que solo hoy se me hicieron interesantes y brillantes.

Dos falsas rosas negras puestas en un jarrón de cristal liso que custodiaban una rosa de tonos pardos, marchita desde hace años. En el interior del jarrón, un papel rosado con un trocito de mi corazón.

Una lámina con la figura de Ofelia muerta sobre el río, cubierta de flores.

Una máscara veneciana traída desde la mismísima Italia, de color negro y plata. Brillante.

En la pared un arlequín de ojos vacíos que llora diamantes que no relucen.

A su lado adorna una diadema de pequeñas y delicadas flores blancas.

Sobre el escritorio de color verde se ve una caja que contiene una pluma, tinta, una pequeña vela roja, papel grueso y sobres, los cuales jamás han sido usados.

También sobre esa misma mesa, una maqueta de una mariposa, y justo a su lado, un precioso libro de hadas.

En una de mis estanterías reposan dos hadas que guardan infinidad de pequeñas cosas que conservo por su belleza o por sus recuerdos: Orquillas de rosas blancas o con mariposas de plata, frascos de perfume vacíos, la cajita azul en la que me regalaron mi primer diario, caramelos...

En el techo un tragaluz que muestra siempre el cielo.

Tan blanco.
Tan puro.
Tan lejos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario