martes, 25 de febrero de 2014

Perfección II

Hay veces en las que pienso en pegarme un tiro. Así, sin más. Pero jamás lo podré hacer. ¿Por qué? Porque una pequeña y molesta vocecilla llamada Perfección comenzaría a cantar en mi cabeza y a darme consejos sobre cuál sería la mejor manera de hacerlo.

"¿En serio vas a escribir eso como nota de suicidio? Yo creo que es mejor si cambias esta parte, y esta, y esta. Ah, y sobre todo esta parte, la del final, la de la herencia."

Y ahí estoy yo. Cambiando mi nota de suicidio. Y me puedo tirar más de cuatro horas realizando cambios, así que se me echa la noche encima y, claro, ya estoy demasiado cansada como para quitarme la vida. Así que marcho a dormir. Ya pensaría una mejor forma de hacerlo mañana.

Al día siguiente cojo la pistola y la apunto sobre mi cabeza.

"¡Ey, espera! ¿Pero tú estás segura de que ahí es mortal? Figúrate que te quedas a mitad de camino... Yo creo que deberías investigar un poco antes de hacerlo."

Así que dejo la pistola a un lado, voy a la biblioteca, cojo todos los libros sobre medicina que encuentro y me centro en estudiar los campos del cerebro, qué partes son más vulnerables, qué huesos más fáciles de atravesar, en qué zonas con solo dar un pequeño golpe bastaría para conseguir una muerte rápida... Y claro, de nuevo se me hace tarde, tengo deberes de filosofía que hacer, he de volver a casa, no vaya a ser que mamá se preocupe, y al final pues... no me suicido. Mañana ya lo haré más tranquilamente, pienso yo.

Al día siguiente cojo varias pastillas del botiquín y hago una rica macedonia con ellas. Sobredosis, otra buena forma de morir, creo.

"Esto duele, te lo digo yo. Además, vas a vomitar las pastillas y al final acabarás muy mal. Te dolerá la tripa. La verdad, sería más efectivo con un veneno potente. Claro que, a ver dónde vas a comprar tú un veneno potente. ¡Cómo si eso se vendiera así como así! ¡Buff! No, de ninguna manera. Además, no es una forma limpia de morir. Figúrate que vomitas o escupes sangre o vete tú a saber qué más. Qué desagradable para el que lo encuentre, ¿no? Tú quieres morir de una forma bella y tranquila, ¿verdad? Pues así no lo vas a conseguir. ¡Y aparte! ¿Te acuerdas de cuando leísteis Madame Bovary en clase de literatura? ¡Qué espectáculo más asquerosito! Imagina si te pasa a ti. Que todos te recuerden agonizando, gritando y con una cara horrible... Mejor piensa otra forma, anda."

Y de este modo tiro las pastillas a la basura. Me hago la sueca cuando mi madre pregunta dónde han ido a parar todas las medicinas que había en casa y me pongo a ver la televisión, porque, sinceramente, estoy cansada y no me apetece pensar en otra forma de morir en ese preciso momento.

Y así día tras día.

Entre los deberes de filosofía, que si empieza mi programa favorito, que si leo las divertidas conversaciones de mis amigos por el móvil, que si ahora me apetece dibujar, que si tal, que si cual y que si le sumamos la voz de la Perfección que no me deja acabar con mi vida si no es de una forma perfectamente perfecta pues... pues nada. Me toca seguir viviendo.

¡Qué le vamos a hacer!

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