miércoles, 4 de diciembre de 2013

Musa

Un día, cuando era tan solo una cría y me encontraba recogiendo amapolas en el campo, mi madre me preguntó con una pequeña sonrisa en el rostro:

"_ Cielo, ¿y tú qué quieres ser de mayor?"

Yo alcé mis ojos, inocentes y llenos de esperanza, sonreí también y respondí con alegría:

"_ ¡Musa!"

Mi madre, cambió su expresión dulce a una de confusión total. No había entendido a qué me refería, en ese momento yo tampoco entendía lo que verdaderamente significaba el ser una Musa. 
Yo pensaba que una Musa era una joven a la que se amaba y sobre la que se escribían bellas canciones. Yo solo quería que alguien me quisiera tanto, que sintiera morir si no le regalaba una mirada.
Sin embargo ser una Musa era más que eso. Es ser perfecta, es ser siempre la más bella, es sufrir, es temer a envejecer, es temer a dejar de ser deseada, es sentirse un objeto al que admirar y no una mujer a la que amar, es cumplir las fantasías más ocultas del artista, es cumplir expectativas. Es dejar de ser una misma y convertirse en una dulce muñequita de frágil cristal, pero con un alma poderosa. 

Madre, cuánto me arrepiento de haberte dado esa respuesta.

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